Mi primer trecho

Por Inés Kudó

Este año asumí un nuevo rol, temporal, en Tinkuy: ser guía de dos Pumas que están en tránsito hacia una nueva etapa. Ellos se preparan para graduarse de Discovery e ingresar a Ascend, que es probablemente el studio más exigente de toda la ruta en Acton y en Tinkuy. 

Ha pasado mi primer trecho como guía, y aunque no tengo un balance definitivo, sí me animo a compartir sensaciones e impresiones que estas primeras semanas me dejan. 

Me ha tocado guiar a Pumas que aún no han terminado sus badges de Discovery, y todavía les cuesta comunicarse en inglés, en un studio que presenta de tres a siete retos por día, poco tiempo de core skills y todo en inglés. 

De entrada, lo que me impactó fue la determinación con el que estos dos héroes iniciaron el año, trabajando en dos studios a la vez. Tuvieron retos de Quest y Genre (escritura) todos los días, además de un badge de Civilization en el que abordaron “Teorías Económicas y Políticas”, mientras trabajaban en sus badges pendientes de Discovery: matemática, lectura, escritura, gramática, inglés. El día en Tinkuy no les alcanza, y procuran avanzar en las tardes y fines de semana, mientras van encontrando el ritmo.

La primera semana, empezaron con entusiasmo, aunque no sabían dónde encontrar sus documentos en el drive (la mayoría se titulaba “documento sin título”), ni cómo encontrar el challenge que les tocaba. “¿Dónde está?” era la pregunta más frecuente, seguida de “¿Qué toca?”

Un día que tuve que participar en dos reuniones seguidas con talleristas para organizar el trecho, volví y los encontré saltando en los sillones. “¡Ya terminamos!”, anunciaron felices. “¿Todo?”, pregunté sorprendida. Habían leído un reto y como no entendían una parte, decidieron esperar a que yo vuelva. Mientras tanto, no pensaron en avanzar ninguno de los otros retos del día. Me asusté, porque pensé que realmente no estarían listos para la avalancha de retos que se les venía encima.

Felizmente, estaba equivocada. Pasaron los días y las semanas, y cada vez preguntaban menos. Fueron ubicándose en sus sitios y en su rutina, y aprendieron a encontrar sus retos en el aplicativo. Incluso me hacían saber si algo no aparecía donde debía estar, para que yo corrija mi error. Hacia la última semana, casi no intervine. Al inicio del día les preguntaba en qué estaban y en qué querían enfocarse o guiaba una discusión socrática. Cada quien luego definía sus prioridades, y se ponían de acuerdo en qué cosas tenían que hacer juntes. 

Un Puma decidió priorizar sus metas de Discovery (en especial de Core Skills), porque ese era un requisito para estar en la banda de rock el siguiente trecho. “He practicado demasiado como para no estar”, dijo. “Esto es lo que más me motiva”, agregó. El otro más bien se enfocó en los retos de Ascend y en ganar los puntos mínimos para no activar alertas, pues las alertas se activan mucho más rápido en Ascend que en Discovery. Su motivación partía de un acuerdo familiar, y le funcionaba. 

Desde mi esquina los observaba, temiendo en silencio que sus estrategias no funcionaran y se desanimaran. Y bueno, ninguno pudo hacerlo todo. Al final de cada semana, activaban una alerta amarilla o roja. Se lamentaban un poco de no haber llegado a cierto estándar, pero las sonrisas y el entusiasmo seguían ahí. Avanzaban lo que les faltaba durante el fin de semana, a veces, y algunos lunes venían orgulloses de lo que lograron. Cada semana veían la forma de ponerse al día, y se atrasaban con alguna otra cosa, pero seguían trabajando. 

Honestamente, temía que en dos o tres semanas, alguno colapsara de frustración, cansancio o desesperanza. No ha sido así. Todo lo contrario. Son Pumas que, al menos en Tinkuy, no muestran un ápice de victimización. Parecen haber vencido al monstruo más insidioso en su paso por Discovery, con un superpoder que en Acton no está tan mapeado: el Optimismo. 

Según Martin Seligman, la vacuna contra la depresión es el optimismo aprendido, que no surge de la victoria sino de cómo se aprende a afrontar el fracaso. Son las experiencias dolorosas y de fracaso que te dan la oportunidad de reponerte y de aprender que no es el fin. Estos Pumas han aprendido el optimismo, muy probablemente desde casa y a partir del vínculo con sus mamás o papás, y ese superpoder hoy los equipa para afrontar una montaña muy empinada. 

Los conozco desde los 6 y los 9 años, y nunca, en todo este tiempo, los había visto tan enfocades, o al menos tratando de enfocarse tan persistentemente. Salen a sus breaks y vuelven puntualmente, siempre. En la última semana, decidieron tomar breaks más cortos para poder avanzar lo que tenían atrasado. 

Aun les veo batallar con sus mentes que divagan y la mirada perdida en algún lugar de la imaginación, pantalla en blanco, cursor pestañeando. Y luego vuelven. Avanzan pausado. Trabajan en silencio la mayor parte del día, se hacen críticas honestas y se preguntan mutuamente cómo van y qué les falta. Todavía, evitan trabajar en aquello que les genera más resistencia. Les recuerdo sus metas o sus retos y, a pesar de todo, persisten y muestran valentía y compromiso. 

Un día que los vi trabajar sin parar y al final del día no habían reportado nada, les pregunté: “¿cómo es que muchas veces han hecho el reto o lo tienen casi completo y no lo reportan? ¿por qué creen que es así?”. Y entonces un Puma responde: “Es el temor al éxito”. No elaboró, lo dejó ahí. Y quedó resonando mucho tiempo en mi mente. Otro día fue exactamente lo opuesto: “Es el temor a fallar”. 

En las discusiones, alternan entre dar opiniones entusiastas y claras, ponderando la información que tienen con lo que ya pensaban (“Yo sí apoyaría a un dictador que ponga orden”, “Yo no arriesgaría la vida de miles de personas por defender un sistema”, “Yo sí me rebelaría”, “Yo no diría nada, por miedo”, “Yo preferiría vivir en un país con libertad y desigualdad”, “Yo preferiría un país con igualdad y menos libertad”). Discuten, cambian de opinión. Aunque no terminan de procesar todos los conceptos, se esfuerzan por avivar la discusión. Es un gran reto, porque ya no es tan fácil responder una pregunta sin la preparación previa necesaria. Los tantos videos y lecturas que tienen que revisar día a día son complejos, y el inglés todavía les cuesta (“Vi los videos pero ya me olvidé”, “Sí lo leí pero no me acuerdo”). 

Estos Pumas sienten miedo, ilusión, vergüenza, orgullo, preocupación, alegría, todo a la vez. Se ve en sus ojos, a veces algo adormilados y otras abiertos como platos. 

Ellos están jugándose la partida en Pre-Ascend, porque aún no han alcanzado todos los requisitos para ingresar a Ascend formalmente, empezando por el inglés. No puedo asegurar que lo lograrán, aunque esa es mi esperanza, pues dependerá de ellos y lo que sea mejor para su ruta. Pero, como dicen, el obstáculo es el camino. Y mi esperanza -como guía novata- es que el camino de estos Pumas los lleve a ser cada vez más ellos mismos, y, ojalá, construir con sus compañeres el primer studio Ascend, con optimismo.